─ No, he dicho que no. No me gusta que traigas muchachas extrañas a casa, y menos aun que cenéis en la intimidad como dos enamorados al estilo estúpido de la gente romántica.
─ Madre, por favor...
─ ¿Y después qué? Música y palabras dulces, ¿verdad?
─ Pero madre, si es una forastera a la que no conozco. Y tiene hambre.
─ ¡Aaah! ¡Ya! ¡Cómo si a los hombres no os gustaran las forasteras! He dicho que no ¡y basta! ¡Y no hablemos más de este asunto! Me resulta desagradable, ¿me has entendido? Anda y vuelve y dile que no calmará su apetito con mi comida ni con mi hijo. ¿O prefieres que se lo diga yo, eh, muchacho? Si tu no te atreves lo haré yo.

Es muy triste que una madre tenga que declarar contra su propio hijo. Pero no podía permitir que creyeran que el crimen lo cometí yo. Ahora lo encerrarán, debí hacerlo yo misma hace años. Siempre fue malo... Intentar hacerles creer que yo había matado a aquellas muchachas y a ese hombre. Como si yo pudiera hacer algo mas que estar sentada y observar, como uno de sus pájaros disecados. Ellos saben que ni siquiera puedo mover un dedo, y no lo haré. Me quedaré aquí sentada. No haré un solo movimiento. Sospecharían de mí. Probablemente me vigilan. Así se darán cuenta de la clase de persona que soy. No voy a matarte, tranquilízate. Seguro que me están vigilando. Mejor, así dirán: "pero si no fue capaz ni de matar una mosca..."